martes, 3 de diciembre de 2013

Sobre la experimentación de la conciencia.*
                                                           

Para definir un estado de conciencia sobria, recurrimos con frecuencia a explicarlo con relación a su inverso, la ebriedad[1], aceptando a la primera como un estado natural de la conciencia en el que no es necesaria la intervención deliberada del sujeto para lograrla. Por el contrario, la ebriedad se entiende entonces como un estado artificial propiciado por el mismo sujeto quien busca alguna satisfacción o beneficio al alterar sus percepciones con ayuda de alguna sustancia.

La intervención sobre la conciencia por la ingesta de sustancias es una actividad antiquísima que puede ser alentada por motivos que pasan por registros tan variados como lo religioso, lo médico y lo placentero. Aúnado a ello, la práctica y métodos para alterar la conciencia prevalecen de un siglo a otro, mientras que en los laboratorios se crean nuevas sustancias y las técnicas para consumirlas se diversifican, contraponiéndose al esfuerzo de los gobiernos en su promoción de un modelo de conciencia que tan solo puede transgreder su sobriedad mientras que la sustancia ingerida sea permitida.

Las leyes que regulan el tráfico de drogas suelen basar sus argumentos en los riesgos que en su conjunto se les supone para la sociedad. El acto de seleccionar y agrupar ciertas sustancias bajo un mismo concepto cargado de sentido peyorativo, en este caso “drogas”, lleva a considerar que todas las sustancias provocan los mismos efectos, que todas necesariamente dañan al cuerpo en igual medida y que la conciencia tan solo puede oscilar entre un registro único entre lo sobrio y lo ebrio. Este mismo acto también ha servido como argumento a la hora de justificar la guerra contra las drogas, en la medida que, como discurso, legitima su validez poniendo de manifiesto que toda ebriedad, mientras sea ilegal, es deplorable y debe ser vigilada, controlada y castigada. Así mismo, tiende a hacer invisible el hecho de que a diario estamos en contacto con muy variadas presentaciones de enervantes que el hombre moderno promedio no vacila en ingerir para su beneficio o placer: la cafeína es un excelente aliado para quien necesita mantenerse despierto, cualquier molestia corporal puede ser disfrazada por el efecto de un par de pastillas químicamente diseñadas para la ocasión y hasta el goce sexual puede ser potenciado con la intervención de algún estimulante.

Ahora bien, si aceptamos hablar de las drogas no como un solo objeto sino como distintas sustancias capaces de alterar la conciencia de formas diversas y con fines variados, la dicotomía sobriedad/ebriedad se nos presenta desde otro ángulo, dando oportunidad a otro clima en el debate. Aún si inhalo medio gramo de cocaína, piensa Lenson, podría seguir estando sobrio en cuanto a heroína o al alcohol se refiere. (Lenson, 1996) Según los efectos que producen, podemos agrupar a las sustancias comúnmente llamadas drogas bajo tres categorías: depresores, estimulantes y alucinógenos. Pero el registro de ebriedades no se limita a esta simple categorización; al día de hoy, el mercado de las drogas es tan amplio y accesible que fácilmente podríamos encontrar testimonio de consumo de distintas sustancias simultaneamente. A la luz de este hecho, debemos considerar que la convergencia de distintas sustancias en un organismo crea estados de ebriedad complejos que carecen de categorización específica. Si seguimos por este camino, los estados de ebriedad posibles se multiplican por el número de sustancias psicoactivas existentes en el planeta y sus posibles combinaciónes sobre un organismo, hasta que el cuerpo aguante.

Es por esto que para Lenson “Sobriedad” no es más que un concepto vacío que designa a un estado de conciencia, tan sólo definido por su oposición contra las múltiples posibilidades de ebriedad     …toda dialéctica de “sobriedad / ebriedad”, aunque útil para la retórica pública, carece de sustancia y no puede proveer una base discursiva política… el objetivo parece ser detener el cuestionamiento en lugar de promoverlo.” (Lenson, 1996)

Lo que salta a la vista es tan solo uno de los resultados de la prohibición. Resulta difícil estructurar argumentos frente al prohibicionismo cuando los conceptos usados son insuficientes para dar cuenta de una realidad en constante cambio o cuando remiten siempre al mismo universo de posibilidades negativas. Hace falta nombrar nuevas posibilidades, crear conceptos distintos o adaptar los ya existentes para que no tengan como premisa enviciar el mismo ambiente desde donde se elaboran y así favorecer nuevas vías de discusión que integren tanto lo que como sociedades podemos entender sobre las sustancias como lo que individualmente rescatemos de la experimentación de la conciencia.

                                                                                    Bicycle Day, Alex Grey




[1] Para los fines de éste escrito, se usa el concepto “ebriedad” como sinónimo de cualquier estado de conciencia alterada a partir de la ingesta de una o varias sustancias psicoactivas. Esto, considerando que en español la palabra ebriedad se refiere muchas veces a la intoxicación por alcohol y que los fragmentos del texto en inglés de Lenson aquí citados no cuentan con traducciónes equivalentes al español para los conceptos sober - straight  y Not sober - high.
*Bruno Cornejo: Psicólogo Social UAM-X

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